
Después de tres años errando por el bosque, disfrutando de sus paisajes, tendiendo trampas,aceptando derrotas y aclamando victorias, tanto propias como del resto de compañeros de la comuna... Por fin, mi último viaje al extremo sur del bosque.
Y dormí. Dormí tan profundamente que no podía oír mas que mis sueños, creo nunca haber dormido de semejante manera. Desperté por la mañana en aquel paraje alejado del árbol central.
Decidí comenzar a andar. Caminé durante soles y lunas. Estos días creí que lo había perdido absolutamente todo, incluso mi paciencia, mis ganas de sonreír y de volver a empezar con todo.
No era difícil pensar que no tenía a nadie a mi lado porque... para mí, así era. Y tampoco fue difícil creer que ya no había más oportunidades de mejorar con nada. En esos días, pensé que de verdad no tenía más que trizas de momentos fantásticos que jamás volverían a pasar.
Sentía que mis fuerzas habían desaparecido, ya solo de pensar en mi situación las lágrimas hacían surcos en mi cara; Así que decidí escribir una carta a los sabios.
En este escrito les comunicaba que era preciso saber cuando se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella, más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido y yo había visto el final de mi etapa allí. Nada tenía que aportar, nada tenía que aprender. Me sentía inútil, por tanto, tiraba la toalla.
Les decía también que estaba harta, que estaba más frágil que nunca, que mi fortaleza se podría desmoronar en un santiamén. Por eso no quería a ponerla a prueba.
Ensarté mi declaración en una de mis mejores flechas y la lancé contra la puerta de la cabaña de los sabios.
Su respuesta fue inmediata. Nada de lo que les decía les parecía sorprendente, era de esperar, al fin y al cabo por eso son los sabios. Comprendían a la perfección la situación en la que me encontraba y pidieron mi presencia ante ellos para encontrar soluciones.
Accedí encantada y algo asustada. No tenía fuerzas para hablar del tema. Al menos no cara a cara.
Pero ellos siempre están dispuestos a ayudar, no había porqué temer por nuestro encuentro.
Estaba de vuelta en uno de mis muchos viajes al extremo sur de ese puente que tanto contemplaba; Había decidido ir allí después de pasar dos días de retiro de la mano de mis compañeros de comuna y con los sabios que siempre nos acompañan. Estos días había estado un tanto distante, dios sabe por qué motivos, la verdad es que sentía algo extraño.
Un sentimiento de rabia, que siempre es el que va después de la pena, se apoderó de mi cuando me di cuenta de que aquella nueva sensación no podía catalogarla de buena o de mala, sencillamente había tomado la decisión de que era mala porque me hacía sentir de una forma que no me complacía demasiado.
Comencé a lanzar flechas contra el árbol mas grueso que encontré, elegí este porque sabía que ni se inmutaría, cuando se terminaron mis flechas lancé el arco, la funda y luego proseguí dándole al impasible tronco con los puños hasta que se me terminaron las fuerzas.
De repente, una gota visitó mis mejillas amablemente, deslizándose suavemente desde mis ojos hasta el cuello.
Me dolían los brazos, la cabeza, la garganta y posiblemente el alma.
Cogí un pergamino que tenía en el bolsillo de mi camisa. En él estaba dibujado el mapa de los dominios en los que habitamos y unos cuantos consejos que los anteriores miembros del árbol central me dejaron.
Me decidía a leerlos, pero cuando iba por la parte que decía... "no debes rendirte", un gran trueno interrumpió mi lectura. Miré al cielo, se encontraba más nublado que antes, y minutos después, débiles gotas comenzaron a danzar hacia la tierra lentamente.
Las letras de mi preciado escrito se iban borrando a medida que las gotas las rozaban. Ya no encontraba un punto final en la oración que leía. Estaba mojándome y tenía frío.
Las letras ya no se entendían, así que lo cerré y lo metí de nuevo en mi camisa.
Hinqué las rodillas en el suelo lleno de barro suspiré y pensé: -Estoy tan cansada...-
Dejé caer mi cuerpo hacia un lado casi sin darme cuenta y allí permanecí inmóvil, fundiéndome con cuanto me rodeaba. Sin pensar en nada.
Amaneció, y como cada semana nos reunimos con los sabios para que nos guíen en nuestro camino.
Esta vez hicimos una actividad sobre puntos de vista en la que ellos también participaron. Al principio no entendimos la esencia del juego, pero poco a poco algunos fuimos captándolo. Creo que quedaron satisfechos, quizás no del todo, pero si algo.
Fue breve nuestra reunión con ellos puesto que tenían otros asuntos que atender.
Al finalizar, los intrusos se marcharon a hacer un reconocimiento del bosque y dios sabe a que, en cambio yo, al ser la única arquera del árbol centrar que se encontraba allí, decidí seguir a los sabios en su misión para aprender un poco más y que el día no me supiese a poco.
Llegó la hora de comer y me acerqué al puente secreto que hay en una de las oscuras salidas las bosque, ese puente al que suelo acercarme últimamente.
Allí me encontré de nuevo con los tres sabios, al parecer habitan en ese otro lado con el resto de los suyos, pero solo estos tres, Banana, Chatungo y Nando son los que nos guían a nosotros, por lo visto lo otros tienen otros cometidos.
Permanecí largo tiempo allí, nunca suelo aguantar tanto, me encontré con los antiguos lideres de la comuna, hay que ver cuantas cosas han aprendido desde que se fueron… Tuve la oportunidad de dar un par de pasos sobre el puente, pero no me atreví, quizás eso era demasiado para un mismo día, desde luego no había comenzado a volver al bosque y ya estaba arrepentida de mi prudente acción. Odio la prudencia, eso no es nada nuevo, lo que no sé es porque sigo dándole preferencia. “Solo” me falta un año para tener la oportunidad de convertirme en uno de ellos, pero de momento hago falta en el bosque, me guste o no. Esa ha sido mi reflexión hoy, gracias a la dinámica de por la mañana, los sabios me hicieron ver que el sistema realmente funciona, solo hace falta paciencia, y desde luego es lo que me falta a mi… fuerza y paciencia, pero pienso encontrarlas. Demasiado pronto para rendirse.
Regresaron los intrusos.
Acudieron puntuales a nuestra cita esa mañana, al contrario que yo, puesto que me encontraba visitando a un curandero para que sanase una de las heridas que me hice en la última emboscada.
Cuando llegué estaban practicando el tiro con arco junto con los sabios que comparten el bosque con nosotros. Después hicimos un entrenamiento de orientación y precisión, sobre el cual tengo que decir que tendremos que hacer unos cuantos más durante este año si de verdad quieren aprender algo.
Después de pasar media mañana midiendo sus cualidades físicas pasamos a enseñarles la ley de nuestro bosque.
Al parecer nuestros jóvenes intrusos son mas activos que pensativos… habrá que adaptarse un poco y moldearlos otro poco, pues durante la explicación parecían un poco ausentes, además nuestro pequeño arquero decidió dejar claro quien mandaba haciendo ver a nuestros nuevos compañeros que él no aceptaba las ordenes de nadie, por muy sabios que fuesen. Supongo que tendremos que reunirnos con el ya que el año que viene pasará a formar parte del árbol central y ha de dar ejemplo al resto.
Después de esa mañana me retiré unos cuantos kilómetros de muestra guarida para reflexionar sobre nuestros nuevos compañeros.
Estaba tranquilo y silencioso el bosque desde que ellos partieron.
Dejó el eco de reproducir nuestras risas y ya únicamente se podía escuchar el crujir de las ramas zarandeadas por el viento, el galopar de los ciervos del rey y los aullidos de los lobos al caer la oscura noche. Parecían tan enormes y vacías nuestras tierras ahora que ellos no estaban…
Por otra parte corrían rumores por Nottingham sobre unos forasteros que pretendían penetrar en nuestros dominios y esa misma mañana les tendimos una emboscada.
Se mostraron nerviosos al principio pero serenos y eso nos gustó. Se presentaron ante nosotros solicitando ser aceptados.
Como es costumbre aquí el no fiarse de los extranjeros por si son enviados del príncipe Juan les ofrecimos quedarse para que conociesen nuestra forma de vida, acataran nuestras normas e interviniesen en nuestras altruistas acciones para con el rey Ricardo y sus súbditos.
De esta forma no habrá lugar en un futuro a engaños ni traiciones, quién no comparta el gusto de nuestras costumbres o no pase el periodo de prueba tendrá que marcharse de Sherwood para no volver y si por el contrario decide quedarse y se gana nuestra confianza será aceptado en la comuna.
De este modo decidimos enviarlos de vuelta a sus aldeas para que pudiesen despedirse y coger una serie de cosas necesarias, pues una de nuestras normas es aportar algo al resto de miembros.
Cuando vuelvan les explicaremos nuestras costumbres y comenzará la aventura.
Por el momento nosotros, los tres nuevos miembros del árbol central que un día nos presentamos a la comuna como “Carpe diem” Andrea Mirete y yo, junto con el pequeño George esperaremos ansiosos a los nuevos aspirantes.
Buena caza y largas lunas.